miércoles, octubre 28

....UN CUENTO....


Hace casi 5.000 años, en los albores del Antiguo Imperio, existía en Egipto una casta de esclavas muy singular: las sahktabis . Las Inmortales.
Un noble podía poseer decenas de esclavas. Pero solo UNA sahktabi. El Faraón, podía alojar en sus dependencias a centenares de bellas concubinas: pero solo una sahktabi que le adorase y sirviera, solo una sahktabi que velara su sueño, después de usarla.
Se suponía que la sahktabi era una esclava vinculada al mundo mágico.
Y que no podía, una sola Casa, contener tanta magia, tanta trascendencia como se reunía en torno a más de una sahktabi.

Cuando una sahktabi decidía abandonar el Templo de las Iniciadas, caminaba hasta encontrar una Casa, cuyo propietario ella deseara servir para cumplir su destino. Se despojaba de su túnica, efectuaba un rasurado ritual de todo el vello del cuerpo, y se sentaba sobre sus talones, frente a la puerta de la Casa. Inmóvil y desnuda. Sin comer, beber ni hablar. Hasta que el Dueño la aceptaba, o ella moría de hambre, sed o frío.
Al entrar en la Casa, donde iba a vivir, la esclava se arrodillaba dentro de un círculo que ella misma dibujaba sobre el suelo, con una piedra. Giraba su rostro hacía las Deidades Remotas: los Vientos: "Viento del Norte, ayúdame a conservar mi alma pura en el cuidado de Mi Señor; Y que mi entrega sea mi recompensa". "Viento del Sur, ayúdame a.... "

Si una sahktabi moría, su cuerpo no era entregado a los embalsamadores. Se la depositaba en una vasija de arcilla mezclada con limo del Nilo, se cerraba con el sello del Faraón, y acompañada por una caravana donde el silencio era una norma que castigaba con la muerte su incumplimiento, se la trasladaba a los lejanos desiertos de Nubia. Solo el inmenso, silencioso y mortal desierto podía ser mortaja suficiente para quien había traído la magia de la entrega a su Señor. Las esclavas y esclavos de la casa, ayunaban 30 días y los nobles, sus hijos y concubinas, cubrían sus cabezas con ceniza, se afeitaban los cuerpos con piedras porosas y colocaban sobre el dintel de la puerta una rama de papiro : "En esta Casa, moró la magia, más ya no más"
Ikara

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